martes, 1 de abril de 2008

Alma Perdida


Alma Perdida

Las nubes de algodón blanco y dulce azucarado, cubrían el cielo aquella tarde de octubre, cuando al mirar a través de la pequeña y rectangular ventana de la fosa de la memoria divisé una extraña figura.

Misteriosa y melancólica, llevaba el paso lento y caminaba cabizbaja, parecía tener sobre sus hombros el peso de mil hombres robustos.

Sus manos, marcadas por las líneas de los mapas del tiempo del antiguo reloj de bolsillo que acababa de extraer de su descolorado pantalón de vestir, dejaban escapar cada segundo que aquel viejo artefacto le proporcionaba. Los segundos se resbalaban, con cada tic-tac del aparato, entre sus dedos como si de agua se tratase.

Y aquel intervalo de su angustiosa existencia fue interrumpido por el frio líquido de la lluvia maldita que se atrevió a mojar desvergonzadamente su canoso cabello, marcado por los años de crueldad y maltratos impartidos hacia el mundo.

Pero lo que más atrajo mi atención hacia aquel personaje, esculpido por las manos de la maldad y la lujuria, fueron sus ojos; fríos y salvajes, de mirada despiadada que desembocaban en un pozo de violentos y sanguinarios sentimientos. Todo un mundo de brutales e inhumanos encuentros físicos, mentales, emocionales, psicológicos y sexuales se reunían todas las noches en su perturbada cabeza para hacer eco de las feroces maneras en las que había hecho correr a la sangre despavorida de los cuerpos de sus víctimas.

Y mientras el agua golpeaba suavemente su marchita carne, la sangre de las pobres almas que habían osado cruzar su camino se esparcía por las calles y abandonaba su cuerpo.

El putrefacto olor que desprendía de su espíritu era perfume para los cuervos que seguían atentamente sus pisadas, esperando que aquella alma en pena pereciera para celebrar un festín en nombre de los dañados por la malicia de aquel demonio.

Y la helada lluvia fue sustituida por la espesa neblina que cargaba consigo el manto oscuro de la noche.

Y los ojos de aquella alma desdichada y maléfica, aquellos testigos del sadismo y de la angustia de sus víctimas, pasaron de rojo carmín a violeta.

Y los ojos de aquella alma lasciva y desperdiciada perdieron su color, a la vez que su pupila, su iris, su cornea y su cristalino se volvieron uno solo; todo esto antes de que sus ojos se convirtieran en polvo y lo abandonaran para irse volando junto al viento de las tinieblas.

Asimismo, su cabello se desprendió de su cuerpo y se convirtió en negras cenizas que formaron parte del suelo que, minutos después, lo vio caer y lo envolvió en la dureza del portal hacia el infierno.

Y los pájaros negros lo rodearon y, sin esperar a que su carne perdiera la frescura del sabor a corrupción, lo condenaron a una eternidad de sufrimiento, mientras picoteaban sin piedad su alma, tratándolo como una de sus víctimas, tratándolo como alma perdida….

Cri Rivera.
Sábado, 20 de octubre del 2007.

*Photography by Unknown

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