viernes, 8 de mayo de 2009

Pesadilla #1.


Pesadilla #1.

La brisa soplaba fría y silente aquella noche, a la vez que las luces iluminaban insignificantes porciones de las calles de la ciudad, dejando, entre luz y luz, grandes pedazos sumergidos en la penumbra dentro de los cuales, las almas perdidas jugaban a encontrarse con los simples mortales.

El silencio de aquella noche era sólo violado por el sonido de los pasos de ella, que tierna y delicadamente arrastraba su blanco vestido de seda por las aceras grises y sucias de la antigua ciudad. Caminaba sin dirección aparente, sola… guiada por el sendero de luz que marcaba la Luna.

Su negro y largo cabello era acariciado por el viento; sus ojos, grandes y penetrantes reflejaban un infinito dolor. Dicen que con su mirada era capaz de seducir a cualquiera, capaz de detener un ejército, pero ella nunca lo creyó. Su pálido rostro adornado con un par de labios rosados era bañado descaradamente por la tímida luz de las estrellas que se atrevían a asomar.

Avanzó hasta llegar a un antiguo castillo, todo en su interior se encontraba oscuro a excepción de unas majestuosas y largas escaleras. Sin pensarlo comenzó su acenso por los escalones de mármol blanco hasta llegar a un gran salón con pisos de lustrosa madera. Del techo en cúpula colgaban grandes y elegantes candelabros de cristal adornados por la flama naranja de las velas que en ellos se posaban; las paredes forradas por alguna especie de tela color blanco perla, impecablemente limpias, incluso parecían resplandecer.

A pesar de su opulento aspecto, ningún mueble ocupaba el salón, tan sólo un gran ventanal sobresalía allí, pues estaba cuidadosamente colocado justo en medio del mismo.

Ella, contempló todo y, luego, suavemente se sentó en el suelo de tan suntuosa habitación.

Minutos después, un extraño y marcado olor a putrefacción invadió el lugar. La curiosidad hizo que ella se levantase y dirigiera hasta el ventanal.

Intentó mirar hacia afuera, pero la oscuridad de la noche combinada con la espesa neblina que había caído sobre el castillo se lo impidieron; por lo que, dulcemente colocó su frágil mano sobre el cristal. Lo sintió helado y su aliento lo empañó.

De un momento a otro alguna misteriosa fuerza rompió el cristal del enorme ventanal, arrojándola a ella y a los cortantes pedazos de vidrio al medio del salón.

Su blanco vestido estaba manchado de un rojo carmín…rojo sangre.

Intentó incorporarse pero las heridas le provocaban un dolor tan intenso que solo era comparable con el que pudiera provocar la picadura de un millón de escorpiones en la espalda.

Su corazón se llenó de angustia y miedo, sus suaves manos se colorearon de rojo por la sangre que se derramaba. De sus ojos, esos ojos profundos y tristes, brotó una lágrima que sutilmente descendió por sus mejillas cortadas hasta llegar a morir por los alrededores de sus labios.

El fuego de las velas que sostenían aquellos opulentos candelabros fue apagado por el viento que gritaba fuertemente, convirtiendo todo aquello en una escena terrorífica, donde los pulmones de aquella inocente joven, poco a poco, perdían el aire…

Cri Rivera*

Lunes, 4 de mayo del 2009.

Imagen por: elixile

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